Si es usted un demócrata convencido, un ciudadano responsable y defiende el derecho de participar en las elecciones, pero en este momento no hay ninguna formación política que responda a sus expectativas sobre su ciudad o comunidad autónoma, sólo tiene una solución, fastidiarse.
Podría no ir a votar pero no se sentiría acomodo, mucho nos costó en este país el poder votar como para desentenderse de la democracia. Podría votar al partido que menos se aleje de sus perspectivas pero seria votar a contrapelo, sin ilusión, por inercia. Podría votar nulo, pero su voto no contaría, pero, ¿y si usted decide votar en blanco? En ese caso le recomendamos paciencia.
En primer lugar definamos que es el voto en blanco. Según la ley electoral “es el de aquel votante que no se ha pronunciado por ninguna de las opciones que se presentan a una elección”. Curiosamente, cuando vaya al colegio electoral que le ha sido asignado no encontrará ninguna papeleta en blanco. No es así en otros países europeos y la verdad es extraño que para votar en blanco no se pueda usar un papel blanco, es más si coloca un papel que lleve desde casa, el voto resultará nulo. El sistema es dejar el sobre de votación vacío. Este punto choca de frente con el secreto de voto puesto que ya que en España es el presidente de la mesa electoral quien introduce el sobre en la urna, fácilmente, detectará, por la consistencia del sobre, que este está vacío. Es una situación claramente inconstitucional. Por otro lado, en el momento del recuento los sobres vacíos se confunden a menudo con los votos nulos. Esto debería ser controlado por los supervisores de los partidos políticos pero son precisamente ellos los más interesados en que el voto en blanco pase desapercibido.
En las ultimas elecciones municipales en Barcelona hubieron 12.679 votos en blanco, es decir un 1,7 % de los votantes. Es una cifra discreta pero como ya hemos dicho muchos de los votos blancos resultaron nulos. En todo caso es la cifra más elevada después de los partidos que obtuvieron representación municipal.
En el momento de asignar los concejales de cada formación los votos en blanco se suman a los votos nulos y a las personas que no han ido a votar. Es decir, que la ley D’Hondt considera lo mismo el voto en blanco que no votar, en el momento de repartir los escaños o los regidores. Este sistema produce que los partidos consigan mejores resultados en concejales que en número de votos. Lo que si podemos desmentir es que el voto en blanco favorezca al partido ganador, ni que se sumen a sus votos, tal como las leyendas urbanas difunden. Simplemente, no cuentan.