30 noviembre, 2005

Paradojas de Barcelona

Barcelona es una ciudad rara, una ciudad de paradojas, donde el Camp Nou es más que viejo; el Museo Nacional de Arte de Cataluña está en el Palacio Nacional (nacional de España); donde hay el único equipo de fútbol que se llama Español, pero que dice que es catalán; donde gobiernan desde la democracia los socialistas, pero Nuñez y Navarro ha hecho siempre lo que ha querido, donde, ahora que ya no se llama barrio chino, es cuando acoge más orientales que nunca. En fin, estas son algunas de las paradojas más chocantes de estos últimos años.
Se podrá decir que todo esto es tendencioso, pues si es cierto. Incluso es un poco demagógico, también. Estoy cansado de ser objetivo, educado y comprensivo para con la complejidad intrínseca de gobernar un sistema complejo, poliédrico y dinámico (esta jerga es de miembros del ayuntamiento, que para decir calle hablan de territorio y para decir un grupo de vecinos cabreados, dicen un grupúsculo social manipulado). Me he cansado de intentar comprender los graves problemas que supone gobernar una ciudad. Dicen que Barcelona es demasiado cómoda para protestar. Es cierto, a la que sale el solete ahí estamos ya, en la primera terraza, pero quizás ha llegado el momento de alzar la voz, aunque no esté de moda y protestar aún a riesgo de no ser ecuánime.

Paradoja 1

Cuando se acercaban las olimpiadas, se cerraron los chiringuitos de la Barceloneta, por la ley de costas. Se derribó un tejido urbano a medio camino del mar y la ciudad, con evidentes problemas, pero con un atractivo innegable. Barcelona debía ser moderna. Luego se inventaron el Port Olimpic y la domesticada ruta del tapeo global en el Paseo de Gracia.

Paradoja 2

En la Rambla se legalizan a las estatuas humanas al considerar que son un atractivo turístico. Pero “sólo” ellas pueden ocupar las Ramblas, así se prohíbe al conocido y añejo Maradona de las Ramblas a jugar con su pelota. Se le detuvo y le confiscaron la Maria, su pelota. Parece que se la han retornado pero sigue sin poder actuar en las Ramblas, ¿ahora deberá llamarse el Maradona del Portal del Ángel?

Paradoja 3

Hay más de 300.000 viviendas vacías en la ciudad, paralelamente la falta de vivienda es el problema que más preocupa a la población de menos de 40. Se persigue con insistencia la ocupación de casas y se hacen sorteos de viviendas de protección oficial dignos de gran hermano. Cuando el conseller Salvador Milà, insinúa una ley para expropiar las casas vacías, si sus propietarios no la ponen en circulación en un plazo razonable, se replica enseguida que ha sido un error de interpretación y se niega categóricamente.

Paradoja 4

El Forum se erige sobre tres conceptos paz, dialogo, sostenibilidad.
Primer pilar, la Paz. Al final, su mayor atracción son unos guerreros. Los guerreros de Xian, de China, quien por cierto, vetó la presencia de los tibetanos.
Tan sólo un acto escueto y semiescondido recordó a las miles de personas que murieron fusiladas en el Campo de la Bota, (sobre el cual se construyó el Forum), entre los años 1939 y 1952, justo después de acabar la Guerra Civil y durante los primeros trece años de dictadura franquista. ¿Paz quiere decir borrar las guerras de la memoria colectiva?

Paradoja 5

Segundo pilar del Forum, el diálogo. El 8 de mayo se inaugura, estableciendo como objetivo ser un puente entre culturas. Sólo un mes más tarde, se echa a los inmigrantes encerrados en la Catedral, sin sentarse a dialogar con ellos, puesto que según se dijo estaban manipulados. La imagen es bastante elocuente y no, no es La Pasión de Esparraguera. Esta persona no es Jesús el Nazareno, es un joven que quiere papeles para poder trabajar.

Paradoja 6

Tercer pilar del Forum, la Sostenibilidad. Y para demostrarlo nos plantan una placa fotovoltáica de tamaño descomunal, edificando un soporte que se lo podrían haber ahorrado, poniendo las placas encima de algun edificio, como en el Triángulo de Herzog, por ejemplo. ¡Que quede claro que somos sostenibles!. Pero sólo un poco más allá hay la central térmica del Besos. El 11 de octubre del mismo 2004, un informe europeo, dice que la central del Besòs, emite el 12,2 % de la contaminación, a base de óxido de nitrógeno contabilizada en los 15 países europeos. Y eso entre un total de 2.161 plantas que han declarado dicho tipo de polución en Europa.

Paradoja 7

7 de agosto 2001, se expulsa a unos inmigrantes subsaharianos de la Plaza Cataluña, aprovechando las vacaciones. El 23 de septiembre, en esa misma plaza, Manu Chao canta su Clandestino, miles de personas se reunen para el concierto. La plaza se llena con símbolos de la iconografía altermundista y antiglobalización. No se escuchó ni una sola referencia a la expulsión.

Paradoja 8

Esta señal ¿quiere decir que debo jugar a pelota con mi hijo justo cuando venga un coche? No, significa zona pacificada. Es decir que los coches pueden circular a menos de 30 por hora. Entonces, ¿el cruce Paseo de Gracia con Aragón debe ser zona de guerra? No se, lo dicen ellos. En realidad, están haciendo propaganda a través de una señal. Mira que majos somos que te dejamos jugar en la calle.

29 noviembre, 2005

Paradoja 9



¿Para quien es la ciudad? Hay estudios estadísticos en que dicen que más del 80% de los usuarios habituales de los bancos públicos son las personas de edad avanzada. Los motivos para ocuparlos son básicamente: buscar compañía con otros ancianos y tomar el sol. Entonces ¿para que estos bancos separados? Pues para que no duerman los homeless. Quienes deciden como se colocan los bancos ¿se lo piensan? Quizás estos bancos están pensados para que los ancianos hagan ejercicios de memoria con las matriculas de los coches.

Paradoja 10

24 julio 2004, se prohíben los tambores en el Parque de la Ciudadela, no digo que no molestaran, sólo digo que es paradójico que el 15 de mayo de ese mismo año, Clos bailara batucada en el Paseo de Gracia con Carlinhos Brown.

Respuestas

¿Como podemos responder a tanto desaguisado, y tanta paradoja y tanta prepotencia institucional?. He aquí algunas propuestas-respuestas.

Humor y habilidad

Somos capaces de cambiar un gobierno con los móviles e Internet así que no nos cortemos en crear redes alternativas de contrainformación. Si usamos la agresión nos ganan de calle, ellos son más brutos, pero ¿y si jugamos a la sutileza infiltrándonos como un virus en sus sistemas?.

28 noviembre, 2005

Sintel pero no sin techo

Los trabajadores de Sintel llevaron su protesta laboral al Paseo de la Castellana donde se instalaron durante 7 meses mas de 1.500 trabajadores en mas de un kilómetro y medio de paseo. Demostraron no solo su entereza sino que era posible generar un microciudad dentro de Madrid con todos sus servicios.

Parques de postguerra

En Holanda después de la segunda guerra mundial habían un montón de solares fruto de bombardeos. Un grupo de arquitectos gestionó con el gobierno la construcción de pequeños parques infantiles hasta que se construyera. Estos parques iban ocupando solares vacíos trasladándose a otros en cuanto se edificaba en ellos.

Una república en el parque

Edwin Lipburger examinó la normativa del territorio austriaco y encontró un agujero legal para edificar no una casa, sino un país. Puesto que su casa era esférica y solo tocaba tierra por un punto, legalmente, su construcción no existía y por tanto la proclamó república independiente. Kugelmugel es ahora un centro de reunión donde se debaten o se exponen temas que en Viena están vetados.

La habitación azul

Anna Pla, arquitecta, quería reflexionar sobre el espacio público. Tomo el reglamento de las zonas azules y comprobó que para ocupar una plaza tan sólo se debe pagar un tiquet y llevar un vehiculo. Convirtió una plaza de parking en un salón de te.
El automóvil es nuestra “suegra mecánica”. Estamos obligados a mantener una relación con el, pero no podemos dejar que dirija nuestras vidas.

Escarbando en las leyes

Santiago Cirugeda. Acostumbra a trabajar mano a mano con un abogado, buscando hueco legales para realizar sus propuestas denuncia. En este caso, vio que si pedía un permiso de obras en su casa podía instalar una cuba de escombros en la calle. Pero también vio que en ningún lugar decía que esa cuba debiera estar llena de escombros. Así realizó una instalación de un pequeño parque infantil.

Cuando el super es un refugio


En NY, los supermercados de proximidad de los Koreanos (aquí Pakis) abiertos las 24 horas se han convertido en pequeños oasis de seguridad en la noche de la gran manzana. También son lugares de encuentro y charla entre vecinos. Un lugar donde siempre sabes que habrá un teléfono que funcione y alguien a quien acudir en caso de urgencia. Hace unos años se intentaron cerrar, por protestas de otros comercios, pero se desistió al ver que se habían constituido en un verdadero servicio publico.

No tirar ni la basura

En Buenos Aires durante el corralito, los servicios públicos se interrumpieron durante semanas. Las clases pudientes se quejaron y vecinos de barrios desfavorecidos se organizaron para reciclar los residuos de los barrios bien estantes, Los cartoneros. Una vez seleccionados los residuos se vendían, reciclaban, etc. Ahora con la situación un poco más normalizada el ayuntamiento ha llegado a un acuerdo con estas organizaciones vecinales para coordinarse y no pasar antes que ellos. Sólo ese gesto ya es mucho. Ahora se están construyendo viviendas con tetrabirks, se trituran se hacen paneles aislantes.

Ocupar sin tener que okupar

En Bruselas como en Londres o Berlín, el Ayuntamiento tiene un registro de las casas sin uso. Al cabo de un tiempo estas empiezan a formar parte de la “bolsa” de viviendas susceptibles de ser ocupadas. Sin confiar demasiado tampoco en sus políticos la diferencia con nuestro sistema es sustancial. Probablemente, el hecho de que la mayoría de nuestras casas sean de propiedad, nos coloca en una situación incómoda ante las ocupaciones, no así en otras ciudades, donde la inmensa mayoría de las viviendas son de alquiler. Un problema más de nuestra escasa bolsa de viviendas de alquiler.

Autobuses que funcionan con basuras


En Curitiba (Brasil) donde estuvo como alcalde el mismo Jaime Lerner han conseguido resolver el problema del intenso tráfico que padecían, con unos 500.000 coches en circulación y la gran cantidad de basura que la gente dejaba en las calles sin llevarla al contenedor, mediante una medida realmente curiosa: comprando basura por kilos a los ciudadanos. Se les pagaba la basura con bonos de guagua. Consiguieron de una vez reducir drásticamente la suciedad en las calles puesto que, de repente, tenía valor y hacer gratuito el transporte público, con lo que muchos dejaron el coche.
En esa misma ciudad se inventaron el metro-bus, un sistema interesante ya que segrega los autobuses de los coches con lo que ganan agilidad, y se reduce en casi 100 veces el coste respeto a un subterraneo. Para ello convencieron a Volvo que diseñase un bus largo con capacidad para casi 300 pasajeros. Las paradas estan aisladas también y permiten el acceso al pagar el billeten. Los autobuses encajan con las paradas por lo que sólo los que estan en el anden pueden accder.

Cine contra el miedo

En Oaxaca (Méjico) se quería revitalizar la ciudad e integrar a la población, el arquitecto y urbanista Jaime Lerner aconsejó celebrar un Festival de Cine. Pero no en ningún teatro, sino en los patios de los vecinos. Así se consiguió intregar a sus vecinos y llevarles gratis películas de interés. A la vez, gente de otros barrios que nunca entraban en la parte histórica por miedo, entraron hasta en los patios de vecinos, donde estos les vendían comida y refrescos.

23 noviembre, 2005

¿Censura a aquestes alçades?




Fa uns dies vaig estar amb la gent de Can Font dins de Can Ricart. Em van convidar a una taula rodona sobre autogestió, no se pas ni vaig dir alguna cosa interessant, estava ple de gent que s’està buscant la vida de les formes més diverses i que intenten fer cultura no oficial en una ciutat cada cop més difícil.
El cas es que mentre m’ensenyaven l’espai, vaig veure unes peces que hem van recordar a Kryzysztof Wodiczko, un xic més naïf tot s’ha de dir. També vaig recordar aquella historia del Barraca Barcelona. Com diu en Daniel Cid varem muntar el Barraca a la barraca més pija de la ciutat: el Pabelló Van der Rohe.

Vaig preguntar que eren aquells habitacles i l’autora, que estava allí, em va explicar que eren unes “Homless mobile home”. Es un projecte que s'hauria d’haver exposat al CCCB dins del BAC. La meva sorpresa va ser quan em va explicar que no s’havia pogut exposar perquè, després de posar tots els problemes del mon, el consell de districte li va dir que no era una peça apropiada, ja que el tema de la vivenda era molt candent i la gent estava molt susceptible. Resumint, que li van censurar.
Em sembla increïble, fos com fos la peça, però es que amés es d’una innocència i falta d’agressivitat, que difícilment podia encendre més el ànims del que ja ho estan. Potser si no haguessin 300.000 vivendes buides a Barcelona la gent no estaria que es puja per les parets. El que també trobo curiós es que la organització del BAC no hagi fet cap acció.

Suposo que ja estava mosca pel tema de Can Ricart que, més enllà de criteris, és una prova més de la prepotència amb la que es mou l’ajuntament darrerament, però ho trobo força greu. Es comença per aquí (prohibir l’exhibició d’una peça d’art) i on s’acaba?

Ara estem intentant exposar-la en altres llocs. Valguem Deu! a aquestes alçades i fent d’activista antisistema, però és que cada cop ens ho posen millor per “echarnos al monte” que diuen.

La makabra 22@


Hace unos días conocí a un tipo curioso. Es de Burgos pero habla con acento sudamericano y le llaman el Sevi, de sevillano. Es uno de esos personajes que de vez en cuando te topas con ellos y no te dejan igual. Forma parte de un colectivo de artistas de circo, músicos y teatreros que llevan unos años habitando en pueblo nuevo, en La Makabra. Son ocupas sin vocación de serlo, no tienen demasiada experiencia en eso de devolver la vida a casas y locales medio muertos.
Pero me dijo algo interesante, quizás está sacado de un manual zen de bolsillo pero no por eso deja de tener sentido. “Da igual que nos echen, la energía que hemos generado y puesto en ese lugar por algún lado saldrá”.
Y es que están al borde del desalojo cautelar, por causa del famoso 22@. ¿Que diantres es eso de cautelar?. Saben que en cuando salgan por la puerta el ayuntamiento entrará y, al menos, destruirán los techos, una jugada que ya utilizan en Can Ricart.

Este fin de semana: del viernes 25 al domingo 27 de noviembre van a hacer jornada de puertas abiertas, para que los vecinos y todo aquel que quiera, se acerquen a La Macabra (c.Tánger esquina Ávila). El domingo a las 19h hacen un espectáculo de cabaret gratis.

Yo no sé mucho de ocupación y no sé tampoco si 22@ tiene o no razón. Es evidente que el nombre de La Makabra no ayuda a crear buena prensa, como tampoco esa fascinación al graffiti guarrindon. Quizás su discurso no es sofisticado ni contemporáneo.
Pero allí dentro se están generando proyectos e ideas que Barcelona necesita. Son como un balón de aire fresco en esta ciudad de postal que tenemos. Hay estudios para pintar, salas de danza, un mini teatro, un scateparck y no sé cuántas cosas más, además de una escuela de circo. Olvídense de lujos, allí se caga en un baño con cortinilla y se ducha uno a cacerolas, pero es su elección. Eso creo que es lo más interesante, ellos han elegido vivir así. No digo que les pongamos jacuzzi y solarium solo digo que les dejemos en paz.

Mas info:
www.makabrapark.tk

La autogestión y el activismo civil

Claret Serrahima y Óscar Guayabero EL PAÍS - 24-10-2005

El supuesto Estado de bienestar, que ha convertido la cultura en ocio, nos ha hecho creer que los estamentos públicos nos debían apadrinar en todas y cada una de las manifestaciones creativas. Parece que son los gobiernos locales, nacionales o estatales los que deben pagar la cuenta de los artistas. Quizá el caso más evidente está en las artes escénicas, donde las compañías de danza y teatro se consideran más como bienes patrimoniales que como industrias culturales. Dejemos eso atrás. Libremos a los políticos de la cultura.

En realidad, no hace tanto que los estamentos públicos se encargan de la cultura, tan sólo, desde que Dietrich Eckart y Joseph Goebbels crearan sus Ministerios de Cultura y Propaganda, casi como uno solo. O el caso más cercano, y de más feliz recuerdo, de Francia, que en 1959 crea el primer ministerio de cultura francés; mejor dicho, el Ministerio de Acción Cultural, cuyo primer ideólogo fue André Malraux. Ese quizá ha sido el espejo usado por nuestros políticos de la transición, puesto que Malraux dijo las palabras mágicas: "Democratizar la cultura", aunque bajo la atenta mirada de un militar como De Gaulle.Si analizamos los pasos propuestos desde París, entenderemos parte de nuestros males: Primero, se desvinculó la cultura de la educación o de cualquier propósito pedagógico: "La cultura es a la educación lo que la política es a la historia", decía el propio Malraux. Después, se profesionalizó, relegando el tejido ciudadano amateur al estatus de entidades de ocio o clubs de hobbies. De un plumazo, se creó un ejército de funcionarios que, con el objetivo de democratizar, raptaron a la cultura y ya no la soltaron, convirtiendo a los ciudadanos en simples consumidores pasivos.Desde entonces, se ha creado una corriente política que, sistemáticamente, ha desvinculado la cultura de la enseñanza. Las universidades pasan a ser módulos de formación técnica en lugar de laboratorios de experimentación cultural. Por otro lado, los departamentos culturales basados en subvenciones crean profesionales a ambos lados de la ventanilla, el funcionario y el subvencionado.Ante ese modelo caduco, la autogestión es la clave.

La autogestión preocupa a los políticos ya que escapa a sus políticas. Pero también a nosotros parece asustarnos. ¿No es hora ya de embarcarse en la aventura de una cultura de riesgo? Es cierto que el neoliberalismo tiende a privatizar, básicamente, para hacer rentable servicios que no deben serlo, como la sanidad. No es ese el camino, pero tampoco lo es la constante sustentación, y por tanto el control, de la cultura por parte de lo público. Se podría argumentar que sin apoyo público acabaríamos en manos de las marcas de refrescos y calzado deportivo, la censura del siglo XXI. ¿De veras nos estamos escapando de ese mal? Quizá deberíamos plantar cara a las multinacionales desde los bajos presupuestos y la economía de subsistencia, que por otra parte es la real, y no desde el parapeto cada vez más frágil y dudoso de los apoyos públicos.

El arte contemporáneo hace tiempo que se escapa no sólo de los limites de los museos, sino de los parámetros comprensibles para sus gestores, con honrosas excepciones. Mientras se sigue hablando de la necesidad de apoyar el rock catalán, una mutante música de la cultura digital viaja por la red. Nuestra literatura está embarrancada entre los premios privados, cada vez más en tela de juicio, y los reconocimientos públicos, que suelen llegar más que tarde. Nuestros arquitectos más innovadores están navegando entre políticos cuando deberían hacerlo entre activistas. Nuestro cine es escaso. Se confundió el cine catalán con el cine en catalán y se nos fundieron los proyectores. Se están subvencionando unas artes escénicas basadas en la repetición. Montajes privados, creados hace décadas, se reestrenan en teatros públicos y encima se premian institucionalmente.Es evidente que la política intentará siempre controlar la cultura, pero somos nosotros los que se la hemos ofrecido en bandeja. Asumiendo, además, que nos hacían un favor al subvencionarla. Unos simples gestores económicos se convirtieron de repente en ideólogos culturales. Unos departamentos técnicos, que deberían haber gestionado herramientas al servicio de los creadores, fueron los que decidían el camino que seguir.Creemos un auténtico Consell de les Arts, con fondos suficientes, capacidad operativa y en manos civiles, con una gestión compartida entre profesionales del sector, catedráticos y creadores. Ese será el ente capaz de aglutinar vanguardias, de ofrecer verdaderos espacios de riesgo para los creadores. Tan sólo debemos reciclar los actuales centros culturales como centros de libres de creación. Ese nuevo y participativo Consell ya no se verá afectado por los cambios políticos, puesto que no dependerá de los partidos, sino de los colectivos activos. Pero otorguemos a la cultura patrimonial un valor nacional y hagamos que se ocupe de ella la presidencia de la Generalitat, desde los bienes patrimoniales arquitectónicos hasta las bibliotecas o los museos históricos.Quizá, al principio y al faltar medios económicos, se tuvieran que cerrar algunos teatros, algún museo, se desmontara alguna compañía, pero si realmente nos creemos que la cultura es nuestra, conseguiremos sobrevivir. Quizá no tendremos tantos canapés, pero nos ahorraremos los discursos de inauguración.

La democracia participativa debe ser un camino de dos direcciones. Evidentemente, los presupuestos deben ser elaborados con la opinión de los contribuyentes, pero también nosotros podemos generar proyectos sin esperar que nos los financien las instituciones públicas: creando empresas, organizando colectivos, desarrollando plataformas. Otras ciudades -por ejemplo, Berlín o Londres- están creando cultura no institucional. Esa cultura está generando redes independientes, por las que las ideas fluyen libremente, sin banderas ni siglas. Se habla hasta el exceso del poder que tenemos como consumidores, se dice que podemos hacer bajar la gasolina, impedir el trabajo infantil o ajustar los escandalosos beneficios de las corporaciones. Pero, ¿dónde está el poder como contribuyentes? Ejerzamos presión fiscal, exijamos que el importe de los impuestos dedicado a cultura se gestione de forma participativa. No es la cultura, como la palabra, un arma cargada de futuro, no la neutralicemos a base de becas, subvenciones y premios nacionales.Dejemos atrás esa miedosa y burguesa cultura del ocio. Para eso ya tenemos las fundaciones de las entidades bancarias. Pongamos en evidencia a la ingente cantidad de iniciativas que nacen subvencionadas y que están exprimiendo las arcas públicas con su cultura de corto alcance, seguidista y autocomplaciente. Abramos las ventanas de los centros institucionales y respiremos un poco de aire fresco. No decimos que la broma nos salga gratis, pero al menos será nuestra broma.

Se alquila ciudad, razón aquí

Claret Serrahima y Óscar Guayabero. EL PAÍS - 14-09-2005

Señores responsables de turismo, lo hemos entendido. Se trata de emigrar cuanto antes. Entendemos que su proyecto de ciudad necesita más y más espacio para el turismo. Más espacio físico, económico y cultural. Los aburridos ciudadanos autóctonos que cometemos la torpeza de distinguir una paella de un pastiche precocinado y que tenemos la fea costumbre de levantarnos temprano, debemos dejar paso a los nuevos barceloneses.

Nos resistíamos, creíamos que era posible un equilibrio entre ser una ciudad visitada y una ciudad real. Creímos que una parte del interés de Barcelona era su cultura. Más allá del modernismo, creímos que podríamos ofrecer alguna particularidad interesante. No creíamos que para hacer más popular la obra de Picasso, Miró y Tàpies deberíamos hacer toallas de playa con sus mejores cuadros. La combinación de una ciudad arquitectónicamente interesante, una historia rica en matices y una activa vida cultural parecían buenos argumentos. De hecho, hemos constatado la creciente incorporación, no ya de paso sino para quedarse a vivir, de población extranjera del ámbito creativo, artistas visuales, arquitectos, centros de diseño, etcétera.
Pero no es ése el modelo rentable, al menos no a corto plazo. Debemos dejar nuestras casas, alquilarlas por días a turistas y alejarnos lo suficiente para al fin ser también turistas en nuestra propia ciudad. Si ponemos suficiente distancia, es posible que nos resulte tolerable la reducción de la ciudad a postales, de Ciutat Vella a una zona de pubs ingleses y de nuestros locales de ocio a destino para británicas despedidas de solteras.

Se hace difícil distinguir la economía tardofranquista basada en la construcción y el turismo de sol y playa, y el modelo actual, edificado sobre los mismos pilares. El Ayuntamiento acaba de aprobar una propuesta para construir un barco hotel que se amarrará en el puerto del Fórum. El lujo parece justificar este nuevo hotel, ya que será de cinco estrellas. Se dice que para potenciar el denominado turismo de calidad. ¿Marbella es un buen modelo, entonces?
Alguien debería decirlo: el turismo de calidad no existe. Un señor muy educado, con mucho dinero, que se interese por la cultura, no beba más de la cuenta, no compre souvenirs grotescos, no se incruste en la arena de la playa durante horas y no repita los tópicos delante de los edificios de Gaudí, es una quimera. Por tanto, no es el turista el problema, la cuestión es la oferta. Es en ella en la que podemos influir y en ella donde están las soluciones.
Dicen fuentes de la alcaldía que el turismo da trabajo a 65.000 personas en la ciudad (algunos de una precariedad pasmosa) y con euforia afirman que ya superamos los 4,5 millones de visitantes al año. Récord que también recuerda a aquellos fastos franquistas del "turista un millón". Lo que no se dice es la cantidad de población autóctona que ha abandonado la ciudad en los últimos años. Pero no nos preocupemos, pronto todos seremos empleados turísticos. Puede que incluso consigamos ser más felices, ya se sabe que los trabajadores de los centros de turismo siempre tienen una sonrisa en los labios.

En este momento, tenemos en la capital catalana 11 millones de pernoctaciones por año, eso genera una media de 30.136 turistas por día. Esa masa de población flotante supera cualquier bolsa de población extranjera en la ciudad, tan sólo equiparable con la ecuatoriana, que es la más numerosa. Tener circulando por la ciudad a esa cantidad de personas origina un sinfín de efectos sobre la trama urbana. No parece que eso se analice con seriedad. El informe sobre Cataluña de Greenpeace de este mismo año apunta: "La oferta de alojamientos es tres veces superior al uso real que se hace de ella". Eso provoca una bajada de precios y un turismo de "todo incluido". Ese turismo es la pesadilla de la consejera Tura. La solución es sencilla: eliminando a los no turistas nadie estará molesto. Hacen bien los representantes de ERC con responsabilidades en turismo en olvidarse de la identidad nacional y ofrecer el país a los mayoristas turísticos como un simpático chiringuito de costa. Unos años más de este turismo y nuestra identidad cabrá en un sello de correos para enviar postales. ¿De qué nos sirven los derechos históricos si los untamos con allioli y los vendemos a porciones? Progresismo, nacionalismo y turismo en la misma cartera: quizá demasiado peso.

Josep Maria Muntaner (EL PAÍS del 17-7-05) afirma que "una de las mayores dificultades radica en que el turismo, como el capitalismo, no tiene ética". A pesar de compartir con afecto el resto del artículo, esa afirmación se nos presenta inocente. El turismo sí tiene ética, será perversa, maniqueísta y salvaje, pero no deja de ser una ética. La misma que reduce las diferencias locales al folclor, la misma que reduce la historia a tópicos, la misma que tematiza los barrios históricos.
El paseo de Gràcia es un sinfín de marcas multinacionales. La pasión de las franquicias ha hecho disparar el precio del metro cuadrado y nuestros diseñadores deben mudarse a otros barrios por no poder pagar semejantes alquileres, con lo que la visualización de nuestro potencial creativo desaparece. Que lo típico en La Rambla sean los turistas bebiendo sangría no es un anécdota, es una limpieza étnica en toda regla. Que un café en el centro cueste mucho más que en otras zonas es un magnífico incentivo para exiliarse.
Esa ética es la que niega la oferta al sufrido turismo interior, ese gran olvidado. Un turismo propio nos cohesionaría como país, nos ayudaría a entender nuestra historia y nos haría partícipes de preservar el territorio para el futuro y, probablemente, reduciría la necesidad de la segunda residencia. Pero ese tipo de turista exige de la ciudad algo más que visitar el Barça o emborracharse en la plaza Reial, y sería deseable que el camarero que le sirva hable algo más que el alemán.

Olvidémonos de fabricar y crear, dediquémonos a lo que se nos da mejor: construir apartamentos y servir jarras de cerveza. Seamos honestos y reconozcamos la realidad: "Hola, me llamo Barcelona y soy adicta al dinero fácil del turismo".

Catalanes de domingo

Claret Serrahima y Óscar GuayaberoEL PAÍS, 30-06-2005

Cataluña es un país de soñadores, dice Bigas Luna, puesto que según él en tres de los símbolos que nos identifican debemos mirar al cielo: comer calçots, beber en porrón y mirar los castellers. Debe de ser cierto, sólo a un país de soñadores se pueden deber el noucentisme, el modernismo y la Segunda República, aunque quizá no fueron más que espejismos. "És quan dormo que hi veig clar", decía J. V. Foix. Algunos dirán que fueron posibles por el ya cansino tópico de el seny i la rauxa. Esta dualidad, resultado de un pragmático espíritu comercial y de una cierta pasión mediterránea, nos podría llevar muy lejos, pero no es así. Contrariamente, podríamos afirmar que esa visión del mundo está causando estragos.

En todo caso, y si nos atenemos a cómo tratamos nuestro propio país, ya podemos ir sacándonos el traje de los domingos. Cataluña debe de ser uno de los países de Europa en que sus ciudadanos más desprecian el lugar donde viven; de lo contrario no se explica lo que está ocurriendo. Hemos vendido el territorio al mejor postor, hemos echado a perder nuestros ríos, hemos edificado hasta ahogar nuestros montes y costas. Sorprendentemente, no damos muestras de arrepentimiento, puesto que lo hacemos "por el progreso del país". Quizá deberíamos revisar el significado de progreso y sus derivados: progresar, progresista, etcétera. Hace unos días Oriol Nel·lo, secretario de Planificación Territorial de la Generalitat (EL PAÍS, 24 de junio), argumentaba que se debían conservar los pocos campos de cultivo que quedan; parecía sensato. Sin embargo, la razón de su conservación era principalmente el turismo. Si los turistas sólo ven hoteles y urbanizaciones quizá no vuelvan. Pero ¿es esa la razón para conservar el territorio? En realidad, Nel-lo no hacía sino expresar una idea muy catalana: de nada sirve aquello que no es rentable.

Parece que el único bastión inquebrantable de nuestra pasión patria es el idioma, herramienta imprescindible, por supuesto, patrimonio inestimable, evidente, pero ingrediente no suficiente para hacer un país. "No somos catalanes porque hablamos catalán, sino que hablamos catalán porque somos catalanes", decía en 1890 el periodista Joan Mañé i Flaquer, uno de los fundadores del Diario de Barcelona. Un matiz que sitúa el idioma como una consecuencia y no como una especie de grupo sanguíneo oral. Esta obsesión lingüística nos hace olvidar otras cuestiones igual de importantes, si no más. Tan sólo un ejemplo ilustrativo: en la zona del Gaià se está edificando una de tantas y desafortunadas zonas de casas adosadas. Ante la hilera de los tremendos chalets hay un gran cartel en el que reza: "Para vivir mejor". Sobre el texto hay una pintada, al leerla se descubre cuál es la preocupación por el país. "En català", dice el grafito. Interesante, se puede edificar sin sensibilidad sobre el entorno, pero los carteles han de ser en catalán, y no es un hecho aislado. Allí donde había casas de payés, nosotros edificamos bloques de apartamentos o campos de golf. Eso sí, los llamamos Pau Casals, o Xaloc, o cualquier localismo cuanto más vernáculo mejor.

Nos equivocamos al pensar que el país lo construyen sólo los políticos, las banderas o los idiomas. Cataluña se levanta cada mañana con cada uno de nosotros y de nuestra actividad diaria se deriva una mejora o un empobrecimiento que nos afecta a todos. Parece que en lugar de ejercer un catalanismo activo, preferimos un patriotismo de pegatina. El Pirineo está siendo colonizado sistemáticamente por constructores sin escrúpulos, a menudo alcaldes electos, impulsados por su idea de progreso y montados en todoterrenos con el burrito pegado en el capó. Nos pasamos la semana maltratando al país, pero el domingo nos hacemos el DNI catalán porque la pela és la pela: eso debe de ser el seny, y el país va después y sólo para enarbolar símbolos: eso debe de pertenecer a la rauxa.

Cabría preguntarse si es más nacionalista aquel que siempre compra agua envasada del Montseny, porque es nuestra, o aquel que prefiere otras aguas sabiendo que estamos extrayendo de forma privada y a un ritmo insostenible acuíferos subterráneos. Carles Riba escribió que para Jacint Verdaguer, quizá el más grande de las letras catalanas, la patria era "la posesión de un paisaje por derecho divino". Al margen de dogmas de fe, deberíamos reflexionar sobre ese patriotismo ecológico, ya en el siglo XIX.Históricamente, hemos sido incapaces de defender nuestro país más allá de los símbolos. No hemos conseguido que Madrid asuma, por ejemplo, una financiación eficiente para Cataluña. Pocos recuerdan que algunos partidos catalanes rechazaron un sistema fiscal similar al vasco, ese mismo sistema que ahora parece una quimera. No se quisieron complicaciones, era más sencillo quejarse eternamente por el maltrato centralista que asumir competencias. En un entorno en donde todos los males parecen venir de fuera, es difícil asumir responsabilidades. Nos inventamos un Fórum de las Culturas ideológicamente más que dudoso, nos estafamos a nosotros mismos, luego aún nos contamos que había sido un éxito económico y finalmente, nos negamos a auditarnos.
Se diría que somos más amantes del victimismo y la resignación que del país. Pero esa resignación no es sino una forma de escurrir el bulto. Nos puede el olor a rentabilidad a corto plazo por encima de la planificación histórica. Y lo peor es que para compensar nos inventamos un costumbrismo pintoresco que rehace nuestra historia y cultura a la medida de las ferias medievales. Es indiferente nuestra política forestal, lo importante es tener una buena feria del abeto en Espinelves. Nos estamos quedando sin castaños y sin setas, pero éstas y los frutos de los primeros llegan en camiones desde Galicia o Hungría y la feria de la castaña de Viladrau y del bolet en Guardiola de Berga son cada año más grandes. Y a eso le llamamos cultura.
Seamos un país de soñadores, pero abramos los ojos, y no sólo para mirar la cuenta corriente, porque nos están robando nuestro país, nuestra cultura, nuestro patrimonio y nuestra política y los ladrones no están más allá del Ebro. Los carteristas que nos roban llevan traje de catalán en domingo y de botiguer el resto de la semana. Que alguien nos preste un espejo.

Parques eólicos no, energía eólica sí

EL PAÍS - Cataluña / 3-05-2005 / CLARET SERRAHIMA / ÓSCAR GUAYABERO

En principio, una energía limpia, inacabable y sin residuos no debería suscitar ninguna desconfianza. Perfecto, el protocolo de Kyoto está al alcance de Cataluña. Además, los molinos (aerogeneradores) son bonitos, "de diseño" dirán algunos. Pero lo importante, a menudo, son los detalles, que al final hacen que un sistema sea idóneo o no. Es importante saber dónde se colocan los molinos, cuántos se pueden colocar en una misma zona, quién los gestiona y qué causan en su entorno.
En este punto, es necesario tener en cuenta que el suministro eléctrico, así como la sanidad, las infraestructuras viarias y la enseñanza, no debe ser un negocio, sino que debe entenderse como un servicio. Por tanto, los aerogeneradores serán positivos en tanto ofrezcan un servicio a la sociedad.
Una vez se conocen algunos de estos detalles, la supuesta panacea del desarrollo sostenible cae como un castillo de naipes. A veces la realidad no se adapta a visiones idílicas, por bienintencionadas que estás sean.
En primer lugar, los molinos no son autosuficientes. Es decir, necesitan el apoyo de otras energías para compensar las bajadas de energía cuando el viento no es el idóneo. Sólo en una franja concreta de velocidad los aerogeneradores son efectivos, por debajo o por encima de ella, pierden gran parte de su capacidad generadora. En un entorno mediterráneo, el cambio de dirección y de velocidad de los vientos es constante. Otras fuentes de energía, tales como centrales térmicas, deben apoyar los bajones de energía. Estas fuentes extras no pueden funcionar al 100%, para tener un margen en los momentos necesarios. Funcionar a bajo rendimiento genera las mismas emisiones de gases, pero menos energía. No parece muy sensato.
La instalación de parques eólicos, supone un impacto en el territorio que va más allá de las evidentes contaminación visual y distorsión sonora. La infraestructura necesaria para su instalación y mantenimiento supone una agresión en entornos rurales y terrenos rústicos. Numerosas voces en defensa de las aves ya han demostrado el impacto sobre ellas. Además, la instalación de estos molinos suele hacerse en las crestas de las montañas y cordilleras. Es donde más sopla el viento, pero también es donde hay la vegetación más virgen. Este es el caso del futuro parque eólico de la Serra del Tallat, que unirá como en un posmoderno monte del calvario, los monasterios de Vallbona, Poblet y Santes Creus. Los partidos de izquierda, nacionalistas y ecologistas firmaron, cuando estaban en la oposición, una declaración en contra de este parque, tal como el anterior Gobierno lo estaba planteando. Ahora ese proyecto parece correcto y se piensa ejecutar sin siquiera revisarlo.

Pero seamos pragmáticos. ¿Para qué sirven los parques eólicos?
Por más parques que instalemos no se cerrará ninguna central nuclear. De acuerdo con los cálculos más optimistas, en Cataluña, se podría llegar sólo al 4% o 5% de la energía que se consume, contando con los parques que se piensa instalar en el interior de Tarragona, la desembocadura del Ebro y el litoral de Barcelona. ¿Y si no se instalan? Pues parece que tampoco faltará la corriente. Quizá haya que comprarla a Francia, con más de 70 centrales nucleares. Estas centrales, por cierto, afectarían de pleno a Cataluña si sufrieran un accidente.
Sintomáticamente, quienes están más interesados en la instalación de parques eólicos no son los ecologistas, que muestran mayoritariamente su rechazo. Quienes están presionando al tripartito catalán para acelerar su instalación son las compañías eléctricas. Las mismas empresas que ya han torturado la geografía catalana con innumerables presas y que contaminan con centrales nucleares o térmicas.
Así, un concepto aparentemente progresista se está enfocando como un negocio y no como un servicio. La Comunidad Europea subvenciona una parte de su instalación; es decir, lo pagamos entre todos. De las facturas de la corriente también salen ayudas para su instalación: el consumidor sigue pagando. Finalmente, se instalan los molinos, y la energía que generan se compra por encima de su valor para incentivar su uso, encareciendo el suministro, por el que el usuario deberá pagar más. Beneficios privados con inversión pública: negocio redondo, pero a un alto precio para el territorio, los bosques y el mar.

En Dinamarca, Estados Unidos y Alemania se están desmontando parques similares a los que se quieren construir aquí, por su falta de eficacia y su nefasto efecto en los ecosistemas locales. Se están observando, incluso, pequeños cambios climáticos al mezclarse las corrientes aéreas, más secas, con las más cercanas al suelo, más húmedas.
Sin embargo, los molinos son útiles. En poblaciones aisladas, con buena exposición a vientos, pueden ser una buena solución. Ahorran las terribles columnas de torres eléctricas para llevar la energía hasta el lugar. Con un pequeño apoyo de baterías y placas solares pueden ser una excelente alternativa local. El error es convertirlos en una solución global. El número de molinos, entonces, multiplica los efectos colaterales sin ofrecer una verdadera alternativa energética.

Debería hacerse un esfuerzo por conectar cómo se gasta energía y cómo se produce. A un lado de la balanza hay interminables urbanizaciones en la Cerdanya, siempre iluminadas, a pesar de que el uso medio de sus casas es de 13 días al año; iluminación monumental de una Barcelona de postal; generación de nieve artificial; modernos edificios de cristal con aires acondicionados y calefacciones costosas. Al otro lado, está Tarragona, que ya alberga dos centrales nucleares y quieren convertirla en la batería de Cataluña.Quienes más van a sufrir las consecuencias son la incipiente industria de turismo rural, con rutas culturales como la del Cister, y la biodiversidad, pero al final quienes pagarán las consecuencias serán todos los habitantes de Cataluña, con un país lleno de cicatrices forestales; eso sí, luminoso como el paseo de Gràcia por Navidad.